viernes, 6 de julio de 2012

El delfín amotinado.


La cumbre de la Eurozona celebrada justamente hace hoy una semana fue de todo menos aburrida. La gran parte de los socios esperaban tensiones entre Angela Merkel y François Hollande, también estaban atentos a las nuevas exigencias de la canciller y las posibles medidas a tomar desde el BCE.

Pero no ocurrió tal que así. Nadie esperaba que el “enviado” Mario Monti se arremolinara en contra de las exigencias de Merkel y sus seguidores, los primeros ministros de Holanda y Finlandia entre otros. Monti, en una acción parecida a la que ponen en marcha muchas veces los reclusos en cárceles de Centroamérica para exigir mejores condiciones, provocó un motín en el seno de la Unión Europea, amenazó con dimitir de su puesto de primer ministro de la República de Italia si no se tomaban las medidas necesarias para que la tensión se relajara en los mercados de deuda, principalmente, español e italiano. 

De esta reunión se pueden sacar varias conclusiones llamativas. En primer lugar, la actitud de nuestro presidente del gobierno, que parece que le gusta bailar diferentes valses con diferentes actores. Mientras el señor Mariano se encontraba todavía con la euforia de haber ganado las elecciones, estaba dispuesto a bailar con Merkel, a seguir sus pasos. Sin embargo, ahora que el estado de euforia se acabó, se choca de frente con la realidad española, le guiña un ojo al “enviado” y al socialista Hollande.

Otra conclusión podría ser, que continuamos mirando hacia nuestro interior, hacia los intereses nacionales. Para nuestros líderes europeos salvar el euro es importante, pero para nuestra nación en sí misma, no para la Unión. Ésta siempre se ha encontrado en un segundo plano y seguirá al menos un lustro estando en el mismo lugar. Para Alemania la caída de la moneda supone desestabilizar su economía, esto no solo ocurre con el país germano sino con todos los miembros la Eurozona.

A todo esto, observamos o no queremos observar como la pobreza aumenta, la desigualdad aumenta y la clase política no está la altura de las circunstancias. Es un terreno bastante fértil para lo que ya todos sabemos… o deberíamos saber.