El martes, 6 de noviembre, no hubo un cuadragésimo quinto
Presidente de los Estados Unidos como algunas encuestas vaticinaban. Sino todo
lo contrario, repitió victoria Barak Hussein Obama con una amplia ventaja sobre
su rival del Partido Republicano, Mitt Romney. Las elecciones presidenciales
americanas se celebraban en un contexto de crisis económica. A priori, parecía
que pesaba más la gestión de la administración Obama que otra cosa a la hora de
acudir a las urnas. Sin embargo, hubo elementos y acontecimientos que no se
tuvieron en cuenta por parte de los organizadores de las distintas campañas.
Las encuestas fueron muy variopintas y a lo largo de la campaña no han dado
siempre el mismo resultado en intención de voto. En el primer tramo de ésta,
las lideraba el candidato demócrata. Cuando se celebraron los tres debates, de
los cuales, Romney ganó el primero y Obama el último, las encuestas ya no daban
un claro ganador de los comicios, sino que en casi todas se daba un empate
técnico o un ganador por estrecho margen en otras. Así siguieron hasta la
apertura de la jornada electoral.
Barak Obama se presentaba como candidato en una situación de
desgaste de su imagen y de la gestión de estos cuatro años. En el que ha tenido
que cambiar el discurso, dejarse de las buenas promesas que le sirvieron para
ganar en el 2008, y centrarse en ofrecer
de manera eficaz la continuidad de su gestión. La campaña del candidato
demócrata ha ido orientada a los grupos sociales más desfavorecidos que a su
vez se sitúan entre las clases menos altas de la estratificación social
estadounidense. Prueba de ello es la relevancia que ha tenido el voto de la
población hispana en estas elecciones. Casualmente, el voto hispano suele
residir entre las clases media y baja. En mi opinión, creo que ha tenido una
especial repercusión la propuesta de Obama de cambiar los requisitos para
regularizar la situación de un sector bastante amplio de la población hispana
que está sin permisos de residencia en suelo estadounidense.
En cuanto al candidato republicano, Mitt Romney. Ha estado
siempre rodeado por la ambigüedad, ha cometido errores en sus discursos, por
los que le han pasado algo de factura y ha tenido filtraciones que no se podía
permitir el lujo de tenerlas, como el vídeo en el que pedía el voto en una cena
rodeado de personas acaudaladas, filtrado por la revista Mother Jones. Sin embargo, el ex – gobernador de Massachusetts tuvo
momentos álgidos en su carrera a la presidencia, como la victoria en el primer
debate de los tres que se celebraron o la elección como candidato a
vicepresidente del congresista republicano Paul Ryan.
Por último, cabe destacar que si en 2008 ganó un candidato
relativamente joven, afroamericano, con un discurso cargado de buenas promesas
como el cierre de Guantánamo o lo referente al modelo sanitario que impera en
EE.UU, todo esto bajo la “marca” Obama. En estas elecciones, Barak ha tenido
que desprenderse de todo esto. Ofrecerle al electorado estadounidense
propuestas más realistas, cercanas a lo posible. Tratar de convencer que su
gestión aún estaba por acabar y que esa fecha de finalización se sitúa en
noviembre de 2016. Por lo tanto, estamos ante un nuevo presidente, con una
gestión diferente del día a día de la nación americana y en el escenario
internacional.