En la democracia representativa resulta importante la
participación de los ciudadanos en las organizaciones políticas y sociales. Ya
sea a través del voto en los comicios electorales o en la adhesión a cualquier
acción colectiva dispuesta por los diferentes actores sociales. En este tipo de
democracia las organizaciones políticas son las responsables de conectar las
demandas originadas desde la sociedad hacia los gestores del Estado.
Desde el principio de la crisis económica, a mediados del
2007, y posterior Gran Recesión se originó un gran descontento y rechazo hacia
las principales instituciones políticas y a la implementación de sus políticas
de recortes. Producto de estos acontecimientos fue la creación del movimiento
social 15 – M, surgido a raíz de la manifestación en Madrid el 15 de mayo del
2011 llevada a cabo por diferentes colectivos sociales en contra de lo
establecido. Este movimiento tuvo notable éxito ya que se reprodujo en gran
parte de las ciudades españolas.
El éxito de este movimiento al margen de las principales
organizaciones política ocasionó una activación tímida de los principales partidos
políticos mediante medidas por parte del Gobierno, “fichajes” de algún que otro
representante de las protestas o propuestas por parte de la oposición. Esto no
consiguió traducirse en el apoyo necesario en los próximos comicios
electorales, sino que la desafección y el desapego hacia la democracia
representativa en general y el PSOE en particular aumentaron de manera notable.
Nos guste más o nos guste menos la crisis que viven estas
dos instituciones supone un mal mayor para la sociedad. La democracia
representativa poco a poco se recupera, ya que en el Parlamento y el Senado,
pero sobre todo en el primero, se ha producido un cambio importante. Este
cambio es la transición de un modelo multipartidista moderado hacia un
multipartidismo fragmentado. En el primero había una representación de diversas
formaciones políticas con una o dos formaciones en clara ventaja. Esto suponía
la formación de Gobierno y apoyos en el Parlamento y el Senado sin muchos
contratiempos. Mientras que en el multipartidismo fragmentado se caracteriza
por una pluralidad de organizaciones políticas con clara ventaja de tres o más
partidos políticas, lo cual dificulta la gobernabilidad.
Los principales resultados de esta transición han sido la
aparición de Ciudadanos y Podemos en el panorama político estatal, pero no solo
la simple aparición, sino la ocupación de un espacio que antes ocupaban
solamente PP y PSOE respectivamente, pero que ahora se reparten cuatro partidos
políticos.
Por la posición que ocupaba y por ser el que gobernaba
cuando apareció la crisis, el PSOE está viviendo una crisis de legitimación,
confianza, desafección y desapego que no pueden ser comparables en todo este
tiempo atrás. El canal de participación que proporcionaba a la sociedad está
roto y en mal estado. El proceso de primarias que permitió a toda la militancia
elegir al Secretario General en julio de 2014 se vivió con mucho entusiasmo. Unos lo vieron como un paradigma
para atraer a militantes y simpatizantes desencantados y así recuperar la
posición perdida tras la crisis, mientras que otros veían el proceso como un
peligro para la existencia de la formación, la imagen que se pudiera proyectar
y lo novedoso de la elección del líder.
Con Pedro Sánchez al frente del PSOE parecía que la
situación iba a cambiar pero tras los malos resultados tanto en las elecciones
generales como en Galicia y País Vasco, además de la rebelión de varios
miembros de la ejecutiva, forzaron la dimisión precipitada de Pedro. Tras esto
se formaba una Gestora capitaneada por Javier Fernández. Que tenía como misión
fijar la fecha del proceso de primarias y posterior Congreso Federal para
elegir al nuevo Secretario General en junio de este año.
Cuando llegue junio, serán ya nueve meses sin liderazgo, con
una imagen totalmente fragmentada que hemos ofrecido a la sociedad, con líderes
más interesados en su proyecto personal de liderazgo que en el proyecto que
debe suponer reconstruir el canal de participación que ha sido y es el PSOE. La
ambición de los líderes no sirve para reconstruir una imagen y unas siglas en
las que confiamos muchas personas como motor de cambio de la sociedad. El
proceso de primarias que se abra en mayo debe de ser una iniciativa enriquecedora
de participación, de intercambio, que no confrontación, de discursos que
refuercen ese canal de participación tan necesario para la sociedad en general
y para los ciudadanos en particular. Porque el PSOE nunca será un proyecto
personal, sino colectivo. En estos tiempos, si no entendemos esto, nos seguirá
yendo muy mal.
Lo comenté en su tiempo y lo reafirmo ahora, el PSOE no
puede garantizar la estabilidad de un Gobierno que ha implementado unas medidas
muy dañinas para los diferentes colectivos más desfavorecidos antes y durante
la crisis, porque ese no puede ser nuestro proyecto, ni en el corto, medio o
largo plazo.