domingo, 20 de noviembre de 2016

El mundo se derrumba y nosotros nos enamoramos.


El miércoles me desperté con una noticia inesperada, mientras lo hacía entraba mi madre para bañarme, lo hacía con un comentario difícil de creer por lo ilógico que suponía no solo en el imaginario colectivo, sino también el mensaje que estaba implícito en la opinión pública. Que la señora Hillary Clinton iba a ser la próxima inquilina del Despacho Oval de la Casa Blanca de los Estados Unidos. Esta creencia se destruyó en el momento que mi madre tardó en decirme que Donald Trump había ganado las elecciones. Curiosamente, a la vez, mis pensamientos recordaron una de las famosas frases de la película Casablanca que da título a este artículo.


El miércoles no entraron los alemanes en París, pero ganó las elecciones Trump. Las encuestas, sondeos y demás estudios demoscópicos no vaticinaban este resultado, pero sí la victoria de Hillary Clinton por un estrecho margen. De manera similar, la victoria del Brexit también nos cogió a muchos por sorpresa. El éxito electoral del empresario ha sido, desde el punto de vista de la opinión pública algo ilógico, de la misma forma que hubiera sido ilógico que el senador Bernie Sanders hubiera ganado las primarias en el Partido Demócrata para ser candidato a la Presidencia de los EE.UU.


Durante el proceso de primarias de ambos partidos, Republicano y Demócrata ha seguido una pauta en el que todo parecía muy previsible. Hillary iba a ganar a Sanders, Trump lo iba a tener complicado para ganar las primarias en el Partido Demócrata y si las ganaba, que era harto complicado, perdería las elecciones contra la candidata del Partido Demócrata. Hasta varias personalidades con peso dentro del Partido Republicano le retiraron el apoyo por la carrera hacia la Casa Blanca, como fue el caso del congresista Paul Ryan, por destaparse varios casos de posible abuso sexual por parte de Donald Trump en la década pasada. Los hechos eran de tal magnitud, que parecía la formación conservadora iba a perder de nuevo la posibilidad de que su candidato finalmente no ocupara la Presidencia de los EE.UU.


Las primarias y la campaña electoral se han caracterizado por las declaraciones polémicas de Trump, los insultos hacia sus rivales en las primarias y las distintas promesas electorales de corte nacionalista y demagógico. Tales como la expulsión de musulmanes, derogar el TTIP o el acercamiento a Vladimir Putin. Mientras que la campaña de Hillary Clinton ha estado salpicada por el uso de un servidor privado para la gestión de correos electrónicos con información clasificada cuando era Secretaria de Estado, caso que ha sido investigado hasta haces dos días antes de la celebración de las elecciones por el FBI.


Lo que podemos apreciar que en estos comicios han estado más presente los deslices que han tenido los dos candidatos, más que los eslóganes durante la campaña o la exposición de grandes discursos, con un contenido importante en materia económica, social o de seguridad. Que se diferencia de las campañas de Barack Obama, que eran precisamente todo lo contrario a lo ocurrido estos meses.


La Administración de Donald Trump, tras lo visto en campaña electoral, será una total regresión a gran parte de las medidas tomadas por la Administración Obama. En materia de política exterior, Estados Unidos se volverá a subir a la torre defensiva para gestionar las relaciones con sus vecinos de América Central y del Sur y el Caribe. Una posición que probablemente no ayude a mantener unas relaciones cordiales. Con respecto a la Unión Europea, serán más distantes. Muchos interesados en política exterior, periodistas, sociólogos y politólogos tendremos que releer o hacer memoria de lo leído en el ensayo “Poder y debilidad: Europa y Estados Unidos en el Nuevo Orden Mundial” de Robert Kagan. Porque la victoria de Trump supone esto, una vuelta del realismo frente al idealismo que propugnaba en parte Obama. Es una vuelta al uso del “hard power”.


Finalmente, creo que el mundo no se derrumbará del todo, dentro de dos años hay elecciones legislativas, lo que puede poner un contrapeso importante a la Administración Trump.


Por otro lado, la gente se seguirá enamorando. El nacionalismo europeo ya ha encontrado su pareja de baile. ¿La encontrará la Unión Europea?

domingo, 3 de abril de 2016

Ideología, tolerancia y diversidad.


¿Qué es la ideología sino un estilo de vida? Podría decirse que esta pregunta se contesta ella misma. Sin embargo, hay quien piense que esto no tiene porqué ser así, que pueda haber personas que vivan sin ideología.

Las ideologías se forman a partir de determinados valores. Estos se imponen, se establecen, se asimilan a través de diferentes medios. Ya sea mediante un discurso eficaz, la imposición a través de la violencia que ejerce el Estado o distintos grupos terroristas o políticos. A lo largo del siglo XX han prevalecido apenas tres ideologías que se mantuvieron a través de las políticas de terror, que conllevaban la aniquilación de vidas humanas. El fascismo en sus versiones centroeuropeas y mediterránea por un lado. Por otro lado, el socialismo y el comunismo soviéticos y el maoísmo en China. Estas ideologías mencionadas supusieron la muerte y asesinato de casi 200 millones de personas.

Tras el derrumbamiento del sistema económico de la Unión Soviética frente a la supervivencia de la socialdemocracia y el liberalismo supuso la creencia de que las ideologías que estaban impregnadas por el terror se habían acabado. Que los conflictos acaecidos en las primeras décadas del siglo XX no volverían a ocurrir más. Que no se produciría otra guerra fría.

Sin embargo, el martes de la semana pasada murieron 35 personas y decenas de heridos, muchos de ellos muy graves que han hecho crecer el número de víctimas, en dos atentados terroristas en Bruselas. Estos ataques y el de noviembre en París fueron producidos por la organización terrorista Estado Islámico, la cual está establecida en Oriente Próximo, concretamente Siria e Irak. Esta organización impone en sus territorios una interpretación del Islam muy subjetiva y totalitaria, ya que se asesina a personas contrarias a los valores que están imponiendo en sus sociedades.

A la hora de escribir este artículo, lo primero que hice es viajar entre mis recuerdos y me dirigí hacia un ensayo, en mi opinión, necesario para entender un poco estos hechos, Crítica de las Ideologías, del profesor de Teoría Política ya fallecido, Rafael del Águila. Recuerdo que planteé distintas reflexiones que me surgieron entre las que destaqué el europeísmo como una ideología que utiliza políticas de mesura. También planteaba la dificultad para establecer un sentir europeísta, que las ciudadanas y ciudadanos que vivimos en la Unión Europea asimilemos los valores que alimentan tal ideología. Por último, hacía una distinción entre los conceptos de aceptación y tolerancia.

La explicación de estos hechos a través de la ausencia de tolerancia puede ser baladí, inconclusa o laxa. No obstante, veo necesario que la sociedad se cuestione estos ataques desde el enfoque de la tolerancia, o mejor dicho de la intolerancia que se produce entre grupos, entre personas diferentes, en la constante lucha que existe entre un grupo dominante que no permite ningún margen de espacio a los demás, a los diferentes. Si pretendemos acotar el espacio al otro, al diferente, estamos atentando contra la característica fundamental del ser humano, la diversidad. Si no creamos los espacios necesarios para dar cabida a nuestras diferencias estaremos dejando la puerta abierta al racismo, la xenofobia, el genocidio, la exclusión social, la desigualdad. Si no educamos a nuestras generaciones futuras en la aceptación y tolerancia como valores, estaremos dando rienda suelta a que nuestra sociedad asimile e imponga pocos modos de vida, mientras excluimos muchos modos de vida.
Por lo tanto, en nuestras manos está la posibilidad de que dejen de aflorar el odio, la venganza, la xenofobia, porque no tenemos la libertad de decidir quien vive y quien no.
Porque nuestra condición de seres humanos tiene que bastar para poder vivir y deambular en cualquier punto geográfico de nuestro planeta. Porque lo absoluto no puede prevalecer sobre lo relativo.