Hace seis años asistí a un curso de verano ofertado por la
Universidad Pablo de Olavide de Sevilla. En el curso se conmemoraba los 30 años
de democracia en España, con ponentes de prestigio en los ámbitos judicial,
politológico, sociológico y periodístico.
Hoy me voy a detener en la ponencia que impartió el director
del diario Correo de Andalucía en Sevilla. Puso el eje central en el papel que
jugó la prensa en la Transición. También puso énfasis, con la aparición de las
nuevas tecnologías y una población cada vez más interconectada, en la
desaparición de una sección fetiche en los periódicos: la exclusiva. En la era
de Internet, los medios de comunicación, sobretodo la prensa, han tenido que
desprenderse en mayor medida de esta sección como una forma de atraer al
lector.
A lo largo de los últimos 300 años de nuestra historia, los
seres humanos hemos presenciado acontecimientos en los que pensábamos que
serían exclusivos de esa época en concreto. Sin embargo, en lo que llevamos de
la segunda década del siglo XXI, muchas tardes nos hemos sentado a comer viendo
o escuchando noticias sobre sucesos que están ocurriendo a miles de kilómetros
de nuestra casa y que pensábamos que eran imposibles de que volvieran a
ocurrir. Es verdad que el hecho histórico en sí es irrepetible, pero el
trasfondo que subyace no. Porque detrás de un conflicto bélico se encuentra el
interés de una de las partes o las partes por querer dominar o destruir a la
otra en pos de mantener una posición superior sobre el otro. Esto pasaba hace
300 años y sigue ocurriendo actualmente.
Porque la aniquilación de un grupo de personas o de una
comunidad no es propia del estalinismo, el nazismo o los pogromos, sino que
actualmente, en Oriente Próximo y en países del centro de África esto está
pasando.
Trasladándonos un poco al ámbito de la política, observamos,
como la gestión de los recursos que posee el Estado no solo depende única y
exclusivamente de qué modo los gestione. Sino que en estos tiempos que corren, es
igual o más importante lo que ocurre y lo que nos influye desde el exterior que
el día a día de lo que esté pasando en nuestro país. Porque al fin y al cabo la
inversión extranjera influye en mayor medida a la hora de posibilitar, por ejemplo,
la creación de puestos de trabajo. Por lo tanto, lo exclusivo de una buena o mala gestión ha perdido en gran parte su
valor.
Por último, creo que después de todo esto, se debe de
reflexionar que en nuestras sociedades, en cualquier parte del mundo, la intolerancia,
la no aceptación del otro, del diferente, el creernos superiores a cualquier
raza o étnia, el prejuicio estaban presentes hace 300 años, estuvieron también presentes
durante los pogromos, el nazismo, el estalinismo o cualquier acto de matanza
colectiva existente en todo este tiempo. Y están aún más presentes hoy, 13 de mayo
de 2015.