¿Es posible prometer la gloria sin apelar al futuro? ¿Es
posible garantizar el éxito sin propuestas para el futuro y rememorando lo bien
hecho en el pasado?
El domingo empezó a lo grande la síntesis de lo ocurrido todo
este tiempo atrás. Susana Díaz puso en escena lo que tanto tiempo estaba
planeando entre bambalinas, con delfines de por medio. Dio el salto en Madrid,
como a los políticos ambiciosos le gustan, con un baño de masas, con barones y
líderes históricos arropándola. Contando con Eduardo Madina en sus filas,
tiempo atrás defenestrado por el desinterés de Díaz.
El discurso fue un canto a todo lo realizado por los
Gobiernos de Felipe González y José Luís Rodríguez Zapatero. Fue una
rememoración a la construcción del Estado del bienestar, al modelo educativo y
un homenaje a la labor de los presentes en el ámbito autonómico y local. Fue una
súplica a las emociones y pasiones de muchas y muchos que asistieron a IFEMA,
prometiendo la tan deseada gloria que le espera al partido gracias a ella, su
figura, su pasado y su mensaje.
El discurso de Susana Díaz fue un relato demasiado bueno,
demasiado prometedor, demasiado ilusionante para un ambiente grandioso para
hacer levantar a militantes y simpatizante, para arrancar risas y aplausos cada
vez que rememoraba la gran gestión realizada antaño.
El domingo no solo se presentaba Díaz, sino que también daba
comienzo a un periodo bastante polarizao que se va a cobrar muchas más víctimas
de las que se ha cobrado ya. Esta guerra fratricida que va a dar comienzo será
la síntesis a lo que ella misma y su entorno comenzaron. Nunca dio el “salto” a
Madrid, en todo este tiempo, porque no se veía con posibilidades de arrasar, de
no tener rival. Sin embargo, lo hace en unas circunstancias en las que sabe que
no las tiene todas consigo. Por eso ha querido hacer pública su candidatura a
Secretaria General del PSOE en la capital del Reino de España, para demostrar
músculo ante un delfín amotinado que está jugando la baza de las bases frente
al aparato. Mientras que ella juega la baza de todos los dirigentes y líderes
políticos históricos, locales y autonómicos para que movilicen a sus bases,
porque esta da la imagen de ser incapaz de movilizarlas con su discurso.
Pensar que en política la ambición colectiva se sobrepone a
la personal es ofrecer una realidad no del todo cierta. La ambición personal
existe, por eso hay tres candidatos a participar en las primarias. Porque si la
ambición fuera colectiva, la Gestora no hubiera estado presente todo este
tiempo.
Después de junio habrá un nuevo PSOE, pero previamente
entrarán en confrontación dos modelos de partido, en el que la confrontación
que existirá dará lugar a un conflicto inimaginable, con una gran incertidumbre,
entre la militancia, pero también en la sociedad.
Por lo tanto, garantizar la gloria de un partido en base a
los buenos resultados del PSOE en el pasado, a la emoción y la pasión sin
apelar al futuro, sin recurrir a las oportunidades que les podemos ofrecer a la
sociedad, a las generaciones actuales y futuras, sin ofrecer un modelo de
sociedad, un modelo productivo, educativo, de investigación y desarrollo
distintos, la desafección y el desapego seguirán teniendo más influencia en el
devenir político del Partido Socialista, que Susana Díaz sea Secretaria General
o que las compañeras y compañeros participen en masa en las primarias de mayo.
El quid de la cuestión no está en que Díaz sea mejor que
Pedro Sánchez para liderar el partido. Está en el discurso y su contenido. El
domingo hubo demasiada demagogia en su mensaje. El domingo se volvió a
sobrevalorar el liberalismo en el discurso socialista. Un discurso cargado de
ilusiones, de corazonadas, pero falto de valores nuevos, valores que sin
quererlo nos está demandando la sociedad.
Porque la sociedad apela a un futuro distinto al presente,
sin el cortoplacismo reinante por parte de la política. Porque la sociedad no
necesita que el PSOE le haga frente al Gobierno de Rajoy. La sociedad necesita
un PSOE alejado de esa polarización en la que se va a encontrar estos meses. Necesita
canalizar sus demandas por un medio que no adolezca de demagogias, de
emociones, ni pasiones.
La sociedad quiere otra cosa y con el discurso del domingo
en Madrid no se le está ofreciendo.
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